jueves, 29 de enero de 2009

Las vueltas del arte

Uno de los juguetes que con más cariño recuerdo de cuando era mita´i, era un trompo de color azul que mi mamá me había comprado del mercado cuatro en una de sus idas para comprar verduras y frutas para la casa. Era todo un máster con mi trompo, pues tenía yo, en el fondo de mi casa, un patio de tierra en donde experimentaba todos los tiros posibles como si fuese un domador de leones latigando la tierra y dejando no pocos agujeros para ver a mi trompo danzar. Tanto quedó en mi memoria esos momentos que cuando encontré la página de Thomas Forsyth no pude resistir la tentación de levantar un tópic al respecto.

Este invento es una mezcla del juguete de antaño y arte creado con él, producido por la danza de un disco de madera con un agujero en el centro preparado para colocar lápices, bolígrafos, macadores o cualquier elemento de escritura, que al hacerlo girar sobre su eje, teniendo un papel como base, queda dando vueltas formando de esta manera interesantes circuitos por donde va marcando la danza del trompo en la superficie.

Es una suerte de juego y aire creador que con paciencia e imaginación uno va viendo como forman líneas elípticas, circulares, ensortijadas y punteadas para dar lugar a un arte abstracto pero simétrico.

Al ver el resultado uno puede convertirse en un verdadero artista moderno sin mucho esfuerzo pero a la vez divertirse haciéndolo.

Nuestro folklore paraguayo incluso tiene músicas dedicadas a este juguete inocente. “Che trompo arasá” de Eduardo Rayo y Herminio Giménez. Al leer las letras de la canción parece que ese baile hecho por el trompo levantaba polvareda de imaginación en los compositores que fueron plasmadas en esta polka, como vemos en este pequeño fragmento de la música:

Girar girar, tras el amor

Como el cantar del trovador

Poder tornar a la niñez

Que en Asunción feliz dejé

Mi vida fue siempre rodar

Igual que aquel trompo arasá.


lunes, 26 de enero de 2009

Punto de vista

Explorar el campo tridimensional es todavía para mí un lugar en el que sólo accedo a través de películas animadas o sudando la gota gorda en photoshop hasta lograr el efecto deseado. Esta vez quisiera compartir con uds una manera de ver diferente el concepto de 3D de las manos del artista suizo Felice Varini.
Él pinta la segunda dimensión sobre un lienzo tridimensional, y nos revela mágicamente la esencia de la arquitectura, lo único que nos es dado ver de ella. La fotografía de arquitectura, no la arquitectura misma. Cómo lo hace?, pues con pintura en fragmentos, visto desde un punto de vista específico que el artista lo elige formando una figura bidimensional dentro de un ambiente tridimensional. Es un verdadero deleite visual que, aunque sólo lo he visto en fotografías, me imagino que ha de ser espectacular el verlo en persona.











Aquí Varini mismo nos explica como trabaja: "Mi campo de acción es el espacio arquitectónico y todo lo que constituye dicho espacio. Estos espacios son el soporte original de mi pintura. Trabajo in situ cada vez en un espacio diferente y mi trabajo se desarrolla en relación con los espacios que encuentro.

Generalmente vago a través del espacio observando su arquitectura, materiales, historia y función. A partir de esa información espacial y en referencia al último trabajo que he producido, identifico un punto de vista especialmente favorable desde el cual mi intervención toma forma.

El punto de vista es cuidadosamente escogido: está generalmente situado a la altura de mis ojos y ubicado dentro de un trayecto inevitable, por ejemplo una abertura entre un cuarto y otro, un punto de llegada… Sin embargo, no hago de esto una regla, no por todos los espacios pasa sistemáticamente una línea evidente.

A menudo es una elección arbitraria. El punto de vista funcionará como un punto de lectura, o sea, como un punto de arranque potencial en la aproximación a la pintura del espacio.

La forma a pintar logra su coherencia cuando el observador está en ese punto de vista. Cuando se mueve fuera de él, el trabajo se funde con el espacio generando infinitos puntos de vista en la forma. No es, por lo tanto, desde el punto de vista original que veo el trabajo exitoso, sino en el conjunto de puntos de vista que el observador puede adoptar frente a él.

Si establezco una relación especial con las características arquitectónicas que influyen en la forma de la instalación, mi trabajo preserva su independencia de cualquier espacio que encuentro. Comienzo a construir mi pintura desde una situación real. La realidad nunca es alterada, borrada o modificada, ella me interesa y me seduce en toda su complejidad. Yo trabajo “aquí y ahora”.

Esta entrevista lo saqué de arkinetia, una página de arquitectura que tuvo la amabilidad de traducirla a nuestro idioma. Espero les guste.





El artículo lo encontré en yatzer.

viernes, 23 de enero de 2009

Mr. Eternity o Un pionero del street art

Cuando leí su bibliografía en urbanario (del artista Javier Abarca) no pude más que decirme a mí mismo "Esto es para postear". Lo copié integramente (con los debidos permisos del autor) para que que lo disfruten tanto como yo.
Es el sorprendente caso de Arthur Stace, un alcohólico reformado convertido en predicador evangelista que escribió medio millón de veces la palabra “Eternity” en las aceras de Sydney, Australia, durante los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo veinte.


Stace nació en 1884 en Balmain, un barrio deprimido de Sydney. Sus padres y sus cuatro hermanos y hermanas eran alcohólicos y pasaron buena parte de sus vidas en la cárcel. Durante su infancia Stace dormía fuera de la casa para evitar la violencia paterna y comía lo que lograba conseguir robando y buscando en la basura. No recibió ninguna educación. A los doce años fue tutelado por el estado, lo que no evitó su temprano alcoholismo. A los catorce consiguió su primer empleo, en una mina de carbón, y a los quince ingresó por primera vez en la cárcel.

En la edad adulta Stace era un hombre delgado, de 1′60 metros y menos de 45 kilos de peso. Con más de veinte años trabajaba como recadero llevando bebidas de un pub al burdel regentado por sus hermanas y a varias casas ilegales de juego. También se involucró en bandas dedicadas al robo de pisos para las que servía sobretodo de vigilante por su discreta complexión. Su vida de alcoholismo y crímenes menores fue interrumpida sólo por la primera guerra mundial, durante la cual fue destinado a Francia para servir como camillero.

Regresó del frente gaseado y medio ciego de un ojo e inmediatamente retomó sus hábitos, que le hicieron degenerar hasta el punto de vivir de la limosna y beber alcohol desnaturalizado. Intentó sin éxito librarse de su adicción mediante estadías voluntarias en hospitales y psiquiátricos. Pasó en numerosas ocasiones por la cárcel y estuvo cerca de ser ingresado por el juez en un psiquiátrico de donde probablemente no hubiera salido jamás.

Eran los años de la gran depresión y un alcohólico desharrapado como Stace no tenía ninguna posibilidad de encontrar empleo. Un día de 1930 asistió junto con otros trescientos indigentes a hora y media de homilía en una iglesia evangélica a cambio de té y un bollo. La experiencia cambió el rumbo de Stace, que con cuarenta y seis años abandonó repentinamente su modo de vida para convertirse en un beato. Desde entonces y hasta su muerte trabajó en la beneficencia y predicó en numerosas iglesias. Predicó también cada sábado en la calle –siempre en la misma concurrida esquina del centro de Sydney– con un estilo especialmente teatral, primero de viva voz y más adelante desde una furgoneta con luz y amplificación. Se ganaba la vida en el servicio de limpieza municipal. Contrajo matrimonio a los cincuenta y siete años.

Dos años después de su conversión, en 1932, Stace asistió a un sermón a cargo del pastor John G. Ridley, un conocido predicador de estilo especialmente duro y ex combatiente condecorado en la primera guerra mundial. El sermón, basado en un tracto del evangelio de Isaías (57:15), llevaba por título “Los ecos de la eternidad”. Durante su discurso el pastor, normalmente disciplinado, apartó de pronto sus notas y gritó “Eternidad, eternidad. Me gustaría poder gritar esa palabra a toda la gente en las calles de Sydney.”

Stace narra así la experiencia: “Continuó gritando ‘eternidad, eternidad…’, y sus palabras siguieron resonando en mi cerebro al salir de la iglesia. De pronto comencé a llorar y sentí una poderosa llamada del Señor para que escribiera ‘eternidad’. Tenía un trozo de tiza en el bolsillo, y junto a la iglesia me agaché y lo escribí. Lo gracioso es que antes de escribirlo apenas era capaz de escribir mi propio nombre. No tenía educación y no me hubiera sido posible deletrear ‘eternidad’ de ninguna manera. Pero me salió suavemente con una bella escritura cursiva inglesa. No pude entenderlo y sigo sin poder.”

Efectivamente, Stace era prácticamente analfabeto. Su mujer le leía las cartas y escribía las respuestas que él dictaba. En sus propias palabras, “lo he intentado una y otra vez pero lo único que consigo escribir en cursiva inglesa es ‘eternity’”. Sin embargo, a partir de aquel momento Stace convirtió la difusión pública de la palabra “eternity” en su misión personal, y la escribió al menos cincuenta veces al día durante el resto de su vida.

Todas las mañanas se levantaba a las cuatro, rezaba hasta las cinco, desayunaba y salía a la calle, vestido siempre de forma muy correcta con corbata, traje y sombrero. Cada día se dirigía a una zona diferente, tanto en el centro de Sydney como en barrios y pueblos, incluso a veinte kilómetros de la ciudad. Afirmaba que dios le indicaba la noche anterior el camino que debía recorrer. Llegó a llevar su mensaje a Melbourne, a 1600 kilómetros. Escribía en las aceras cada cien metros y en el suelo junto a las entradas de las estaciones de tren, de forma que los trabajadores que llegaban a la ciudad veían la palabra recién escrita. Volvía a su casa a las diez de la mañana y después del trabajo continuaba su misión, a la que tras jubilarse pasó a dedicar casi todo su tiempo.

Comenzó escribiendo con tiza amarilla, que pronto sustituyó por ceras, más resistentes a la humedad. Consideraba la palabra eternity un “sermón de una palabra” especialmente efectivo, que “hace llegar el mensaje, hace a la gente pararse y pensar.” Sólo lo sustituyó brevemente a los ocho o nueve años por “Obey god” (obedece a dios), y cinco años más adelante por “God or sin” (dios o pecado) y “God 1st” (dios primero).

No encontró muchos problemas en sus más de treinta años de campaña callejera. Durante un tiempo alguien modificaba sistemáticamente sus escrituras de manera que dijeran “maternity”. Stace respondía trazando una E mayor encima de la enmienda. Fue enfrentado en veintitrés ocasiones por la policía, de la que se defendía diciendo: “Sé que hay una ley que prohíbe manchar las aceras, pero yo tengo autoridad que proviene de un estamento mayor.” En una de esas ocasiones respondió al agente: “Es una palabra de la Biblia que quiero que la gente lea, y no olvides que cuando ingresaste en la policía juraste sobre ese libro”. Nunca fue arrestado.

Única muestra que se conserva del trabajo de Stace. Tiza sobre cartón. Colección del National Museum of Australia.

Stace consideraba su campaña una misión evangélica y nunca buscó notoriedad personal. Durante veinticuatro años su trabajo se fue haciendo cada vez más popular mientras su identidad continuaba siendo un misterio. Los columnistas locales especulaban y varias personas entraron en las redacciones de los periódicos clamando ser el personaje que la prensa había apodado Mr. Eternity. Por fin, en 1956, Stace fue sorprendido in fraganti por el pastor de su parroquia. El descubrimiento se divulgó y el Sydney Sunday Telegraph publicó en seguida una entrevista con el subrepticio predicador. Otra entrevista, retransmitida por radio en 1964, está accesible en internet. Arthur Stace murió en 1967.

La obra de Stace es un icono de la ciudad de Sydney y ha influido a numerosos artistas, poetas y cineastas durante décadas. Martin Sharp, máximo exponente del arte pop en Australia, la ha utilizado a menudo. Grupos evangelistas australianos han adoptado a Stace como figura ejemplar y han llevado a cabo campañas de escritura en el suelo de la popular palabra.

En el año siguiente a la muerte de Stace el ayuntamiento de Sydney propuso la instalación de una serie de placas que conmemoraran su memoria pero la iniciativa no prosperó. Durante la remodelación de la Plaza de Sydney en 1977 el arquitecto a cargo, Ridley Smith, logró la instalación de un sencillo monumento consistente únicamente en la palabra eternity, escrita con el estilo de Stace, incrustada en la calzada en letras de aluminio de unos veintiún centímetros. El arquitecto tenía un interés personal en la memoria de Stace, a quien solía escuchar predicar en la calle cuando niño. Su nombre de pila es además un homenaje de sus padres a John G. Ridley, el predicador que inspiró la campaña de Stace.

La placa instalada en 1977

En 1994 se emitió en la televisión australiana “Eternity”, un poético documental que dramatiza escenas de la vida de Stace con estilo de cine negro. Pero la máxima expresión de la adopción de Stace como símbolo de Sydney tuvo lugar durante la celebración de la nochevieja de 1999 en el puerto de la ciudad. Tras los fuegos artificiales y ante una audiencia de un millón de personas se encendió sobre el icónico puente del puerto una réplica luminosa gigante de la característica escritura. El espectáculo se reprodujo unos meses después como parte de la inauguración de los juegos olímpicos de la ciudad, esta vez ante los ojos de infinidad de millones de teleespectadores.

Un año después el ayuntamiento de Sydney inscribió el logotipo en el registro de la propiedad intelectual para evitar su explotación comercial o privada. Según leía el comunicado, la obra “es parte de la historia de Sydney y se ha convertido en un verdadero icono de la ciudad. Así pues, de la misma manera que el Ayuntamiento toma medidas para proteger los edificios históricos de usos indebidos, también Eternity merece ser preservada como bien público.” El uso artístico o social es permitido.

En 2003 se estrenó la ópera “The eternity man”, basada en la vida y obra de Stace. El importante cineasta británico Julien Temple, conocido sobretodo por sus retratos de los Sex Pistols, presentaba hace unos meses una película musical del mismo título basada en la ópera. La cinta contribuirá probablemente a la divulgación internacional de la obra de Stace, que hasta ahora apenas ha trascendido fuera de Australia.

Martin Sharp: “Eternity Haymarket”, 1977. Serigrafía, 67×89cm

El puente del puerto de Sydney en la nochevieja de 1999
Las películas acerca de Stace, estrenadas en 1994 y 2008

jueves, 22 de enero de 2009

Asunción graffiti en tres tiempos

Segundo tiempo: Una cosa que nos caracteriza a los paraguayos, y me incluyo también en algunos casos, es el no darle la debida importancia a nuestras costumbres, nuestra rica tradición de mitos y leyendas, exóticas y calóricas comidas, etc.

Por eso es que quiero rescatar estos graffitis hechos por el grupo we! Basados en el Pombero. Este mítico personaje que como lo describiría Fariña Núñez “el más popular de los duendes guaraníes”, recibe un homenaje urbano en paredes asuncenas. El estilo es bien estilizado y con trazos modernos y rectos. Una buena manera de realzar el valor de nuestras tradiciones y plasmarlos a los transeúntes que con la asfixiante publicidad ya parecen olvidarse de lo nuestro.


Espero ver en estos días más expresiones de arte inspirados en nuestros personajes, que tenemos a bulto por cierto. Más referencia sobre estos muchachis en su pagina de flirck.




miércoles, 21 de enero de 2009

Asunción graffiti en tres tiempos

Primer Tiempo: Se lo dedico y con gran admiración a estos artistas (todo lo que pude rescatar de ellos fueron sus firmas) que llenaron las murallas de Cristo Rey con un arte en homenaje a la naturaleza, en especial a nuestros bosques y su fauna, a excepción del león que no forma parte de su hábitat pero que vive desde centurias en el escudo de nuestra bandera, por lo que el homenaje es bien válido: Adilson, Fermín Hermosilla, Cinthia y Lucia.


Colores vivos, mucho cielo y abundante verde es lo que predomina estos murales.

También cuenta con piezas individuales de temas libres.

Ahora esperar el semáforo de la esquina Montevideo e Ygatimí es toda una invitación a apreciar el arte asunceno.